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El medicamento es la tecnología sanitaria más utilizada y extendida en el mundo. Más de 90% de la población ha utilizado medicamentos industriales o naturales. La industria farmacéutica tuvo una venta de más de 1 millón de millones de USD en 2013. Es mucho dinero. Los medicamentos y los salarios son los rubros más importantes de la inversión en salud; ambos suman más de 95% del presupuesto en salud en México. Antagonistas de receptores de la angiotensina II, fármacos para la disfunción eréctil y fórmulas pediátricas son los tres grupos más vendidos en nuestro país, los dos primeros sin impacto en la salud pública. La compra de medicamentos no siempre se convierte en una inversión en salud. Según la OMS, casi la mitad de los medicamentos se prescriben inadecuadamente y gran parte de los pacientes no se apegan al tratamiento. Mucho dinero se malgasta productos farmacéuticos de dudosa utilidad, no obstante, aun muchos millones de personas en países subdesarrollados no tienen acceso a medicamentos esenciales por lo que mueren o no alcanzan un estado de salud satisfactorio que genere bienestar. La inequidad aun protagoniza muchos sistemas de salud del mundo. La venta mundial de los 10 medicamentos más vendidos en 2013 supera los 100 mil millones de USD, pero gran parte de estos no son esenciales para la salud de la población. Se venden gracias a la publicidad y la promoción comercial. El medicamento, que debía ser considerado un bien esencial es, gracias a las leyes de la oferta y la demanda, un bien de consumo. Este orden establecido universalmente por el sistema de patentes, las presiones de la industria farmacéutica y la Organización Mundial del Comercio es injusto. La introducción y desarrollo de un medicamento que salva vidas o las mejora, utiliza todo el acervo científico y tecnológico que ha acumulado la humanidad en muchos siglos; se entiende que los fármacos debían ser patrimonio de la humanidad y comercializarse a precios justos, no a los exorbitantes que hoy imperan. El quehacer de las universidades, y más las públicas; debe ir más allá de la clásica trilogía: docencia, generación del conocimiento y extensión de la cultura; la previsión social completa una cuarteta que asciende a las universidades hacia estratos más justos, éticos y de mayor eficiencia de la inversión pública. Las universidades deben desarrollar el pensamiento crítico de sus estudiantes sobre aspectos tan importantes como los determinantes socioeconómicos de la salud; el terrible asunto de los medicamentos debe ser uno de ellos.

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2014-11-05   |   931 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 6 Núm.10. Enero-Junio 2014 Pags. Waxapa 2014; 6(10)