Autor: Alarcón Segovia Donato
El descubrimiento de la estructura del DNA vino a mostrar, una vez más, la relativa sencillez de los medios de los que hace uso la naturaleza para abordar los más complejos procesos, en este caso el de la herencia y de las decisiones que ha de tomar cada célula para definir su sÃntesis de proteÃnas y los arranques y altos en su camino. La base para todo ello serÃa un alfabeto de tan sólo cuatro letras, los nucleósidos A, C, G y T, aunado al subterfugio de su necesaria complementaridad [A y T (o U en el caso del RNA), C y G] y su disposición en dos esqueletos de deoxirribosa fosfato en forma de cadenas enfrentadas por esa misma complementaridad de sus nucleósidos. FormarÃan asÃ, gracias a la ductilidad propia de la naturaleza, no una escalera rÃgida, sino una doble hélice que guarda en su interior, como una estructura tubular, a los nucleósidos encargados de aportar el mensaje genético mediante la separación de sus cadenas. El enfrentamiento de una de ellas a una cadena semejante, pero con esqueleto de ribosa, permitirÃa la lectura del código genético basada también en la complementaridad de los correspondientes nucleósidos, para transmitirlo a las estructuras celulares encargadas de formar proteÃnas.
Palabras clave: DNA autoantÃgeno.
2003-05-07 | 1,275 visitas | Evalua este artÃculo 0 valoraciones
Vol. 55 Núm.2. Marzo-Abril 2003 Pags. 124-127. Rev Invest Clin 2003; 55(2)