Introducción

Autor: Sica Roberto EP

Fragmento

Aquello que llamamos actividad cerebral superior constituye, por su gran desarrollo, una de las principales características, quizás la de mayor importancia, que separa a nuestra especie de las demás. No significa esto que las funciones que ellas representan sean absolutamente privativas del hombre, pero sí es cierto que en él han alcanzado un desarrollo tal que le permite, en buena medida, modificar el ambiente y las circunstancias en las que vive. El hombre es el único animal que es capaz de introducir cambios en su derredor respondiendo a sus propias necesidades y empleando para ello instrumentos de su propia elaboración, fabricados pensando en la reforma a introducir. Hasta donde sabemos, el animal más cercano en este sentido es el chimpancé, que es apto para ayudarse con un palo con el objeto de alcanzar un fruto; si bien esta actitud aproxima cualitativamente a ambos, hombre y chimpancé, la diferencia cuantitativa continúa siendo abismal a favor del hombre. Esta propiedad no se alcanzó de la noche a la mañana. Los seres humanos se ubican en el extremo de una de las ramas de un árbol, el de la vida, que se ha desarrollado y crecido a lo largo de alrededor de cinco mil millones de años, un lapso que es aproximadamente la mitad o la cuarta parte del estimado desde la formación del planeta a partir de la explosión primordial (Big Ban). Nuestra historia reciente se inicia hace unos ocho millones de años, durante el período final del mioceno y en Africa. Es allí que a partir de un ancestro común se diferenciaron dos ramas en la evolución, una de ellas dio lugar al chimpancé actual y la otra a los Australopitecinos. Estos últimos hicieron su presentación en el este de Africa y desde allí se trasladaron hacia el sur en ese continente. Los Australopitecinos dieron lugar a varios géneros que nacieron frente a la necesidad de adaptación a las condiciones climáticas de los territorios que habitaron; así, por ejemplo, el Australopitecus Gracilis que vivía en un clima húmedo dio paso al Australopitecus Robustus cuando la temperatura descendió y el ambiente se hizo más seco.

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2003-09-06   |   635 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 23 Núm.4. Diciembre 1998 Pags. 01-02 Rev Neurol Arg 1998; 23(Supl 1)