Ars longa, vita brevis

Autor: Quijano Narezo Manuel

Fragmento

Es este el último número del año y se antoja meditar sobre el paso del tiempo; de ahí el título escogido que, como todos sabemos, es tomado de la traducción latina del aforismos hipocrático. La generación del que esto escribe (1937-1943), todos casi octagenarios, logra reunirse cada año para una foto del recuerdo en la antigua Facultad y para un convivio muy animado con comida, bebida y baile, gracias a los empeños de nuestro dinámico presidente. Tales encuentros producen a veces un cierto estupor: ver los efectos producidos por el tiempo en hombres y mujeres de nuestra edad es encontrar reflejados en un espejo, los cambios seguramente evidentes de nuestro rostro y nuestro corazón. Porque a nuestros propios ojos, que hemos cargado a todo lo largo de nuestra existencia, seguimos siendo adolescentes y conservamos las ilusiones y esperanzas de la juventud. Proust, que tan genialmente se lanzó en busca del tiempo perdido, describe bien en el último tomo, Le Temps Retrouvé, el asombro cuando el azar nos hace encontrarnos después de cuarenta años, con personas que conocimos, en los años mozos. Las transiciones son tan lentas que el que cambia no las percibe. Se pregunta uno cuándo empieza la vejez, pero las respuestas ofrecidas son casi siempre irrelevantes; no es suficiente hacer referencia a la fecha de nacimiento y definitivamente, tampoco parece útil referirse a que falta el resuello al subir unas escaleras, a que disminuye la agudeza auditiva, a que se duerme mal y que la lectura cansa en un par de horas; tampoco al cabello blanco o la aparición de las arrugas. La verdadera vejez está en el sentimiento de que es ya tarde, de que la partida está jugada, de que el escenario y el protagonismo pertenecen a otra generación. La verdadera vejez no es debilitamiento del cuerpo sino indiferencia del alma; ausencia de curiosidad o de necesidad de comprender y de abrigar esperanzas, ausencia del deseo de nuevos ambientes, de tener fe en la eficacia de la razón, de sentir la capacidad de amar.

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2003-09-10   |   1,007 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 41 Núm.6. Noviembre-Diciembre 1998 Pags. 225-256. Rev Fac Med UNAM 1998; 41(6)