Autor: Quijano Narezo Manuel
Se llega otra vez al solsticio de invierno, al cambio del numeral del año calendárico y todo ello propicia pensamientos sobre el paso del tiempo. En mi generación 1937-1943 cumplimos ya sesenta años de recibidos, y aunque muy mermada, celebramos en el Palacio de la Medicina, nuestra antigua escuela de Santo Domingo, con una foto del recuerdo y la emotiva entrega por el Dr. José Narro de un diploma que nos acredita como universitarios persistentes... todavía alertas e interesados en el desarrollo de la base científica de nuestra profesión. Envidiosos de los jóvenes que aprenderán conocimientos tan diferentes de los que nos nutrieron a nosotros, es satisfactorio constatar que todavía quedan como válidas las prédicas tradicionales de que la medicina es una profesión de servicio a la que hay que entregarse por entero y por toda la vida, que aunque en momentos es fuente de angustias y desencantos, procura también satisfacciones íntimas difíciles de encontrar en otros oficios. En estos últimos sesenta años hemos visto grandes cambios en la estructura social del país, pero no puedo impedirme pensar (como en una canción popular) que todo cambia pero todo sigue igual. En 1940 la población de México era de 20 millones; entre la consumación de la Independencia, 1820 y esa fecha la población se triplicó (tardó 120 años) y ahora se quintuplicó en la mitad de ese tiempo. Al recibirnos apenas el 20% vivía en ciudades con más de 15,000 habitantes; ahora es el 70% y la capital es la ciudad más grande del mundo. Se abatió la mortalidad infantil, debida al paludismo y otras enfermedades infecto-contagiosas y la esperanza de vida subió de 40 a 75 años, pero apenas en 1983 empezó a bajar la tasa de natalidad para aminorar ligeramente el problema primerísimo del país, la explosión demográfica. En 1940 el 60% se dedicaba a actividades agropecuarias, lo que ha bajado a la mitad y aunque el comercio, la construcción, la industria y los servicios absorben un buen número de mexicanos, su productividad es baja y cada año llegan a la edad de solicitar empleo más de un millón de jóvenes que no lo encuentran fácilmente. La tasa de desocupación es tres o cuatro veces mayor de la que prevalece en países industriales. Igual que en 1940 México sigue siendo un país pobre.
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2003-11-15 | 1,413 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 46 Núm.6. Noviembre-Diciembre 2003 Pags. 214-215. Rev Fac Med UNAM 2003; 46(6)