La industria farmacéutica y el médico

Autor: Quijano Narezo Manuel

Fragmento

En la escuela de medicina y los hospitales nos enseñan que el personaje más importante de todo acto médico y de la institución es el enfermo, a quien deben concedérsele todas las prerrogativas. Y desde siempre, en el practicante de la medicina ha existido subyacente un conflicto entre los dos dilemas más básicos de la moral: el interés propio y el altruismo. Parece obvio: hay que escoger entre la satisfacción, los valores y el bienestar propios, y los de otra persona, a veces en detrimento de uno mismo. Y no nos pongamos la estrellita dorada en la frente pues, sobre todo en los últimos tiempos, nos hemos hecho concesiones comodinas: por ejemplo, son raros los médicos que hacen visitas a domicilio y ante la súplica angustiada del familiar por un caso de urgencia, la contestación habitual es “llévelo de inmediato al hospital fulano y ahí lo veré”. Y podrían ponerse otros ejemplos, como ejercer una medicina a la defensiva, la elevación lenta pero progresiva de los honorarios, hasta actitudes reales como solicitar exámenes de laboratorio y gabinete superfluos, prescribir medicamentos inútiles aunque inocuos por creer que mejora la imagen, el hacer más frecuentes las citas de revisión y sutilmente ensombrecer el pronóstico... hasta conductas fuera de la ética, como recomendar los estudios auxiliares con amigos o donde se obtiene una comisión, prescripciones caras y, lo más grave, y a lo que quiero referirme precisamente hoy, acuerdos con empresas industriales aun cuando sean tácitos y no contractuales.

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2003-11-15   |   905 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 46 Núm.6. Noviembre-Diciembre 2003 Pags. 216-217. Rev Fac Med UNAM 2003; 46(6)