Sangre blanca

Autor: Teuscher Kruger Pablo

Fragmento

Apareció de la nada, como aparecen las nubes de langostas, las crecidas de los ríos o los temblores de tierra. Traía una sola orden: reproducirse a toda costa. A los pocos minutos se dividió en dos; de inmediato, esas dos se multiplicaron a su vez y las cuatro resultantes hicieron lo propio. Muy pronto ya eran miles. Enloquecidas, sin control alguno, su número siguió aumentando y en cuestión de pocas horas se contaban por millones. Entonces salieron de sus minúsculas y esponjosas cavernas, deslizándose por galerías, pasadizos y bóvedas. Una vez fuera, hallaron pocaresistencia. No les fue difícil mezclarse con el plasma. Tan pronto encontraron una vena, escaparon y comenzaron a cercar y a ahogar toda célula que intentara detenerlas. No tardaron en llegar a los músculos, a los nervios y a los tendones, privándolos de oxígeno. La fábrica donde normalmente se elaboraba sangre sana –glóbulos rojos, blancos y plaquetas– había cambiado de mando, limitándose a escupir glóbulos blancos inmaduros y monstruosos: los blastos. La invasión de la sangre blanca, la leucemia, había comenzado.

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2004-04-28   |   3,358 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 6 Núm.22. Enero-Marzo 2004 Pags. 56-58. Med Univer 2004; 6(22)