Ciencia y estética

Autor: Quijano Narezo Manuel

Fragmento

En 1957 Arturo Rosenblueth dio una serie de conferencias en el Colegio Nacional sobre la teoría de evolución biológica. Explicó el origen de las especies, los conceptos de lucha por la sobrevivencia, la selección natural con el añadido moderno de la mutación genética y término aclarando definiciones como desarrollo filogenético (con perfeccionamiento, rectilíneo). En alguna de sus frecuentes digresiones comparaba la teoría de la evalución con la 2ª. ley de termodinámica, en su opinión, la proposición científica más sólida y bella. Claro que hay belleza intrínseca en el desarrollo de la ciencia, tanta como en las artes. EL CONACYT tradujo en 1979 un libro de Ronald Clark con el título de Hazañas Científicas de Nuestro Tiempo, y Ruy Pérez Tamayo público recientemente “La Profesión de Burke y Hare”, con varias historias de grandes adelantos en Medicina; el denominador común a ellas y a los dos libros, es la belleza de la obra de cada uno de los innovadores cuya biografía y trabajos nos relatan. La ciencia es bella tanto en lo que tiene de sencillo como es lo que tiene de complicado... o de misterioso. En el siglo VI antes de nuestra era, Pitágoras observó que si al pulsar una cuerda de determinada longitud se obtenía un sonido como el que llamamos Do, al doblar su longitud o al reducirla a la mitad, se obtenía el mismo Do; pero con la tercera parte de la longitud la nota obtenida para Sol, y la quinta parte la nota Mi. Creyó que la armonía de la Naturaleza a semejanza con la cuerda, se encontraba en las relaciones numéricas y descubrió la magia y la belleza de la aritmética. Después con su famoso teorema, descubrió el misterio, pues el considerar la relación que tendría que existir entre la diagonal de un cuadro con su lados tenía que expresarse con la raíz cuadrada de dos, número “incidente” por que es una fracción; sus seguidores le llamaron número “indecible”, y juraron que nunca lo revelarían. Siglos más tarde la rebautizaron como número “irracional” pero sigue tan misterioso con el 3.1416 que aprendimos en secundaria para calcular la superficie del círculo o la longitud de la circunferencia (número que los matemáticos llaman “trascendente”).

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2004-06-02   |   1,084 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 40 Núm.1. Enero-Febrero 1997 Pags. 03-05 Rev Fac Med UNAM 1997; 40(1)