Carta al editor

Autor: Fernández Doblado Raúl

Completo

México D.F., 23 de octubre de 1996 Dra. Raquel Gerson Editora de la Revista Anales Médicos Presente. Estimada Sra. Editora: Con gran satisfacción leí el artículo titulado: «Clasificación y diagnóstico de hiperplasia endometrial» escrito por el doctor Carlos Ortiz Hidalgo y colaboradores (Anales Médicos 1996; 41: 106-108). Bienvenidos los artículos que contribuyan a corregir la falta de entendimiento, por parte de los médicos, de anteriores clasificaciones que han propiciado confusión, discusiones, debates interminables y profundas decepciones al no poder encontrar (los ginecólogos en particular) el deseable mensaje terapéutico en el resultado del estudio histopatológico, fruto de su mejor conocimiento. Desde hace muchos años ha quedado establecido que el endometrio anormal es un tejido particularmente difícil de ser estudiado y que parte del interés del conocimiento de las hiperplasias radica en su posible relación con el cáncer endometrial. La hiperplasia endometrial puede o no preceder a esta malignidad, mas infortunadamente muchos, pero muchos ginecologos y cirujanos generales piensan que la hiperplasia precede invariablemente al cáncer y este concepto simplista y equivocado (y en ocasiones mañoso) ha sido responsable de incontables histerectomías innecesarias. Un sinnúmero de cánceres endometriales no son precedidos por hiperplasia, aun cuando en ocasiones coexisten, y patólogos distinguidos pueden encontrar difícil separar las hiperplasias anteriormente designadas como adenomatosas y cánceres endometriales bien diferenciados. Entre patólogos con gran experiencia suelen hallarse profundos desacuerdos diagnósticos.1 En la clasificación propuesta por Kurman y Norris, mencionada en el artículo que estoy comentando, los ginecólogos encontramos la necesaria orientación terapéutica. Por supuesto que el tratamiento debe individualizarse, de acuerdo con los hallazgos, edad, fertilidad y estado metabólico. No sería aconsejable atender conservadoramente a una mujer que padece obesidad, diabetes o hipertensión arterial, esterilidad y que tiene además hiperplasia endometrial compleja con atipias. Puede en cambio indicarse tratamiento conservador con progestágenos a personas jóvenes, no diabéticas y que desean embarazarse, aun cuando muestre su endometrio hiperplasia con atipias.2,3 Ojalá quede claro que inclusive en seguimientos prolongados, no más del 29% de las hiperplasias con atipias, es decir, con el «factor perverso» como lo designan Kurman y colaboradores2 se transforman en cáncer endometrial. El tema es apasionante, pero conviene detenerse y no abusar del espacio y la paciencia del lector. Reitero mi enhorabuena a los patólogos que simplifican sus criterios morfológicos, uniforman nomenclaturas y nos ayudan a entender mejor la naturaleza y significado clínico de este trastorno que ha originado y mantenido por largos años confusiones lamentables. Es asimismo plausible, por otra parte, la sana pretensión anunciada por los autores, tendiente a estrechar la relación que debe existir entre el clínico y el patólogo, siendo el beneficio en la salud de la enferma el resultado final. Atentamente Dr. Raúl Fernández Doblado Profesor Emérito de la Escuela Médico-Militar Monte Blanco 225 11000 México, D.F. Referencias bibliográficas 1. Sherman AL, Brown S. The percursors of endometrial carcinoma. Am J Obstet Gynecol 1979; 135: 947. 2. Kurman RJ, Kaminsky PF, Norris J. The behavior of endometrial hyperplasia. A long term study of untreated hyperplasia in 170 patients. Cancer 1985; 56: 403. Ferenczy A, Gelfandam MM. Hyperplasia versus neoplasia. Two tracts of the endometrium. Contemp Obstet Gynecol 1986: 29: 79.

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2004-08-27   |   696 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 41 Núm.4. Octubre-Diciembre 1996 Pags. 188 An Med Asoc Med Hosp ABC 1996; 41(4)