La muerte no es el final del camino

Autor: Tirado Hamasaki Etsuo

Fragmento

Es el título de un canción, pero también es una convicción que muchos compartimos. No me refiero a los cobardes que se consuelan con la idea de un “eterno retorno”, la “N” oportunidad, volver a vivir una y otra vez hasta que salga bien y pasemos al “nirvana”. No, me refiero a los que creemos que la muerte es lo más definitivo que hay, sin retorno, pero que representa el paso a otra vida, “más allá” del tiempo y de las limitaciones terrenas. El hombre es un ser para la muerte. De una u otra forma hemos de morir: no podemos eludirlo. Es la única certeza que tenemos sobre nuestro destino, y lejos de ser una sombra de tristeza contiene un resplandor de esperanza. El hombre está irremisiblemente destinado a morir, y muere poco a poco, día a día, de forma continua, desde que empieza la vida. Si no puede sustraerse a la muerte, puede escogerse el cómo morir: es libre. Porque hay muerte que es desperdicio de vida, y hay muerte que es sublimación de la vida. No hablo de la tentación estoica del suicidio, como acto supremo de libertad, al escoger el momento y forma de muerte. Hablo de la aceptación consciente de que vamos a morir y que estamos muriendo siempre, pues cada día que pasa es un día menos que nos queda de un total que desconocemos. Ese es el sentido de la frase, tan distorsionada por los calumniadores, del grito de la legión, “¡viva la muerte!”. No tiene nada que ver con la necrofilia sino con una actitud ante la vida aceptada como limitada.

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2004-09-30   |   3,534 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 20 Núm.2. Marzo-Abril 2004 Pags. 144-145 Med Int Mex 2004; 20(2)