Autor: Quijano Narezo Manuel
Una de las características de nuestros maestros que me parecen más importantes por su trascendencia para nuestra profesión y su progreso, fue la capacidad de vencer la inercia propia y de sus colaboradores... es decir, que poseyeron esa característica psicológica o sociológica que se llama capacidad de liderazgo. Porque liderazgo quiere decir establecer una dirección, tener una visión del futuro, contagiar a otras personas de la necesidad de vivir un sueño, motivarlos a vencer obstáculos y perseverar en el intento de una meta hasta verla lograda. Durante el siglo XX México vivió una época de necesidades imperiosas entre la terminación de la fase armada de la Revolución y su incorporación definitiva al movimiento cultural moderno en que, aun cargando graves carencias económicas y educacionales, podía ya orgullosamente mostrar ciertas facetas de desarrollo comparable y hasta competitivo con los países de mayor adelanto. Esas facetas se desarrollaron desde la década de los veinte en la pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la literatura y la filosofía, gracias a personalidades privilegiadas con talentos naturales desde su nacimiento y no necesito mencionarlas. Es satisfactorio comprobar que en la medicina ocurrió el mismo fenómeno y que, antes de 1940, se habían dado ya pasos sumamente trascendentes que prepararon nuestra incorporación fácil y casi “natural” a la medicina científica que nació y se instaló después de la Segunda Guerra Mundial.
2005-01-17 | 1,036 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 48 Núm.1. Enero-Febrero 2005 Pags. 3-4 Rev Fac Med UNAM 2005; 48(1)