La neurosífilis y la introducción de la penicilina en el Manicomio General de la Castañeda

Autor: Ramos de Viesca María Blanca

Resumen

La parálisis general progresiva, una de las formas más graves de la neurosífilis cerebral, se extinguió cuando se descubrió la penicilina. La historia de la penicilina empezó en el año de 1929, cuando Fieming descubrió la acción del penicillum notatum. En plena Segunda Guerra Mundial se buscó un la boratorio interesado en la producción masiva de penicilina. Finalmente, Edier logró establecer y equipar 21 plantas pro ductoras en los Estados Unidos. En el mes de diciembre de 1943, en la revista Venereal Disease Information, se dieron a conocer los resultados del primer estudio clínico de la eficacia de la penicilina en cuatro marineros infectados con sífilis. La sífilis se dividía en tres periodos según su evolución. En el terciario el treponema atacaba cualquier parte del organismo y se sabía que en 8 de cada 10 casos se afectaba el sistema nervioso central. En la neurosífilis se podían encontrar varios síntomas neurasténi cos, como nerviosismo, irritabilidad, laxitud, fobias, insomnio, neuralgias, pérdida de la memoria, paresias, alteración de la personalidad, disminución de la sensibilidad, reducción de la libido, trastornos de conducta, disartria, cuadro demencia] y decaimiento general de la funciones orgánicas. En el periodo comprendido entre enero de 1886 a 1890, ingresaron 767 sujetos al hospital de San Hipólito, de los cuales 24 fueron diagnosticados con parálisis general progresiva; 50% falleció por congestión cerebral y agotamiento. En este siglo, 65% de los enfermos neurológicos orgánicos del Cook Country Hospital, de Chicago, en el año de 1944, eran neurosifilíticos; en el Seguro Social de México, la población se calculaba en 22%, y en la Clínica Mayo, de los Estados Unidos, el porcentaje era 4% de sífilis y del 65 al 78% de manifestaciones neurológicas. En la Clínica 11 del Seguro Social, de 10,000 pacientes, 3.9% eran sifilíticos y de ellos 77% tenía neurosífilis. La creciente demanda de pacientes con sífilis forzó a los directivos del Manicomio General de la Castañeda a crear el pabellón de neurosífilis para hombres y mujeres, en los años 20, y a ampliarlo en 1927. En 1933, los medicamentos que se utilizaban para el trata miento de la sífilis en el Manicomio de la Castañeda eran permanganato de potasio, óxido amarillo de mercurio, subnitrato y carbonato de bismuto, ciorato de potasio, calomel, neosalvarsán, bicosolván, cianuro o biyoduro de mercurio, acetillarsán, sulfato de quinina y bromuro de potasio y de sodio. En una carta fechada el 28 de noviembre de 1944, el Dr. Manuel Guevara Oropesa, tras haber asistido a la Convención sobre Penicilina, en St. Louis Missouri, propuso utilizarla, en la Castañeda para ciertos casos de neurosífilis. Con esta carta, la Secretaria de Salubridad y Asistencia inició los trámites para administrareste tratamiento, y junto con el Consejo Psiquiátrico, notificaron que deberían seguirse cinco criterios. La aplicación de la penicilina comenzó a finales del mes de enero de 1945, y para abril de ese año se integró una Comisión Experimental para el Estudio e Investigación de la Penicilina en el Manicomio General, que estuvo integrada por los doctores Leopoldo Salazar, Mario Fuentes, Manuel Guevara Oropesa y Ecímundo Buentello, Para septiembre de 1945, la penicilina pasó a formar parte del cuadro básico de medicamentos del manicomio. En el año de 1958, de una población de 3007 internados en la Castañeda 164 tenían neurosífilis. Por la experiencia acumulada en esos años, se supo que para la sífilis la penicilina era superior a cualquier otro agente terapéutico. Cincuenta años después de la introducción de la penicilina, en los pabellones psiquiátricos ya no se presentan las formas delirantes o demenciales de origen sifilítico, que tanto asotaron a la humanidad.

Palabras clave: Sífilis manicomimio Castañeda penicilina parálisis general progresiva.

2002-12-18   |   9,819 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 22 Núm.6. Noviembre-Diciembre 1999 Pags. 37-41 Salud Ment 1999; 22(6)