Por una psiquiatría indeclinablemente humana

Autor: Arteaga Pallares Carlos

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Aunque se trate de un año más, sin mayores escándalos en el devenir humano, los cambios de década, siglo y milenio constituyen una invitación para mirar y reconstruir el pasado y una excelente oportunidad para atisbar e intentar predecir el futuro. Son momentos para la reflexión, para mantener viva la esperanza de aprender de los errores del ayer y de proyectar los aciertos de hoy en un mañana idealmente menos incierto. Intentos por disminuir la ansiedad que signa al hombre en su permanente incertidumbre. Producto de una razón, quizá titubeante, que se atreve a la conjetura y al análisis. El camino recorrido por el pensamiento humano en el curso de su historia, para llegar a afirmar la posibilidad de estudiar con un método científicamente correcto las ideas, las percepciones, los sentimientos, las emociones y las conductas -lo que genéricamente englobamos bajo el prefijo psi-, no ha sido ni breve ni lineal. Fueron y continúan siendo el fruto de la confluencia de aportes desde diferentes ramas del saber y dependientes del momento histórico en el cual surgieron: filosofía, biología, fisiología, medicina, astronomía, antropología, sociología, lingüística, neurociencias, entre otras. Es decir, todo aquello que en sentido amplio o restringido, en el desarrollo de saber hace referencia al hombre. Y es que no puede ni pensarse ni plantearse distinto. Psi^ la vigésima tercera letra del alfabeto griego, que implica el anima, el soplo primordial, el pneuma, el espíritu, el alma, no es elemental ni fácil de aprehender. Psi hace alusión a lo intangible, a lo esencial, a lo trascendental. En una palabra a lo que nos distingue y nos caracteriza como humanos entre todos los seres de la naturaleza. La cuestión de la recomposición entre mente y cuerpo, entre materia y espíritu, entre el determinismo de lo "mecánico" y el voluntarismo de lo "moral", que nunca ha sido definitiva y total, continúa y continuará gravitando sobre la psiquiatría como una de sus dificultades primordiales. Sus distintas corrientes siguen oscilando entre dos polos opuestos a veces no dispuestos al diálogo. Los que consideran al hombre como un mecanismo determinado por las leyes de la neurofisiología y de la bioquímica, y los que lo consideran como un ente filosófico. No se trata sólo de una diferencia de posiciones "ideológicas". Va mucho más allá: de esa diferencia derivan opciones definitivamente opuestas en hipótesis y teorías, tipos de problemas a enfrentar y tipos de instrumentos a utilizar. Digámoslo sin preámbulos y sin ambages: la psiquiatría no es una especialidad cualquiera de la medicina. Es distinta por su objeto de estudio, diversa por la multiplicidad de disciplinas y conocimientos de los cuales se nutre y participa, e intrigante porque no puede ser ajena a una representación del Hombre. Hombre con mayúscula, hombre como un todo. Representación que se fue destiñendo progresivamente en la evolución y el desarrollo de una medicina con aspiraciones de ciencia natural y con estatuto de "científica"; de una medicina que tomó partido unilateral por la biología en aras de los sistemas corporales, de los órganos y de las moléculas. La psiquiatría no puede ni debe ser distante de una imagen del Hombre. De la representación que la psiquiatría posea del ser humano depende su especificidad como disciplina del conocimiento. Imagen vinculada, imagen adherida, imagen epicentro, aun inmersa dentro de toda la heterogeneidad posible de aquello que con el tiempo llegue a llamarse psiquiatría o a la disciplina o disciplinas que la sucedan. Representación sin la cual no sería lo que es y se la definiría de modo diferente: ahora sin el prefijo psi. A pesar de que los aportes de las neurociencias a la psiquiatría puedan verse como un reduccionismo temporal, es indudable que dicho reduccionismo nos ha deslumbrado. Deslumbramiento que nos puede llevar a los errores como los del conductismo cuando en su afán experimental y extremo, para satisfacer las exigencias de una "nueva" psicología, postuló sin mayor reparo, " una psicología sin mente". Camino por el cual temo que en nuestro caso pudiera dar lugar a "una psiquiatría sin psicología". No pretendo con esto soslayar o minimizar los aciertos de las neurociencias, sino simplemente hacer hincapié del riesgo de dogmatizarlo como tantas otras veces ha sucedido en el devenir de las ideas. Cabe entonces preguntarse si la psiquiatría al alejarse de la psicología y también de la filosofía ha mutilado una concepción global del hombre. Durante más de dos mil años la psicología ha sido entendida en su sentido etimológico de "disciplina que tiene por objeto el alma". Psicología enraizada con una filosofía de carácter deductivo desde Aristóteles hasta el siglo XIX, cuando empezó a abrirse camino la tesis de una psique que podía conocerse mejor a través de la experiencia. Pero su objeto no se modificó: siguió siendo esa elusiva psique, aunque su carácter de sustancia -el alma-se fue sustituyendo por otros de aspecto fenomenológico: percepción, memoria, conciencia. Considero que la psicología moderna -a partir de su constitución por Wundt en 1879- ha aportado a la psiquiatría desde diferentes perspectivas. Así, cuando nos referimos a la percepción echamos mano de la Gestalt, cuando hablamos de aprendizaje recurrimos a los aportes de la reflexología pavloviana y del conductismo, cuando se trata de acometer el estudio de la personalidad nos declaramos freudianos, cuando hacemos alusión a la evolución de la inteligencia emerge Piaget y su escuela de Ginebra. Cada una de las corrientes mencionadas, con núcleos teóricos y problemas diferentes, ha sido más productiva que otras en determinados sectores de la investigación. Este estado de cosas no es de suyo lamentable y de hecho hay que preferirlo a una legitimación dogmática y autoritaria. Tener presente un marco comparativo de los diversos puntos de vista, unos al lado de los otros, permite una mejor condición para explorar en un tema tan espinoso y tan complejo. Ahora bien, cuando propongo la necesidad de rescatar para la psiquiatría una fundamentación psicológica no estoy ni promulgando ni favoreciendo el retorno a un dualismo estricto, afortunadamente en muchos ámbitos ya superado. Postular que toda realidad esta entreverada con y no existe sin realidades físicas, es muy distinto de sostener que todo lo que hay se reduce a "cosas físicas", o que puede explicarse sólo y exclusivamente por medio de las leyes de la física. Recordemos que los seres humanos, si bien estamos constituidos por elementos materiales, también estamos social-mente organizados y con una serie de normas y valoraciones que forman nuestro ambiente cultural. Eso que denominamos lo psicológico: realidades mentales, hechos mentales o procesos mentales, cuyos ejemplos son las sensaciones, las percepciones, las asociaciones, los recuerdos, los pensamientos, las intenciones o los estados de conciencia, son un conjunto de propiedades-funciones emergentes del proceso biológico y específicamente neurobiológico de un organismo. Numerosos estudios concernientes a los mecanismos genéticos y procesos químicos en el cerebro humano apoyan la hipótesis de que más que de coordinación e interacción entre procesos mentales y procesos neurales, se trata de una identidad entre ambos. "Mental" es, pues, el nombre de una propiedad que se atribuye, o se adscribe, a un organismo en la medida que lleva a cabo ciertas actividades o se encuentra en ciertos estados. Por lo tanto, la actividad y el estado titulados mentales, son también actividades y estados orgánicos. Cualquier actividad llamada mental es a la vez neural-orgánica-, pero es también subjetiva. Subjetivo en cuanto acto privado mío, exclusivo, particular, lo cual, en últimas, significa que yo soy distinto de. Mientras que por orgánico nos referimos a un proceso material -bioquímico-, por subjetivo aludimos a la actividad o estado de un sujeto orgánico en tanto que ve, odia, piensa, siente, ama, teme. Asumir esta posición significa dejar de lado concepciones que consideran lo psíquico un orden de realidad distinto del físico, biológico y orgánico. Pero también prescindir de las posturas que impiden que algo se pueda llamar sentir, pensar, o recordar y considerar que todo se puede explicar a través de la bioquímica o la conducta. Y ahora recurro a Renato Alarcón para decir con él: < Cuando viajar de Lima a Vladivostock demore sólo pocas horas, cuando la ingeniería genética sustituya un set de genes «deficientes» por otro vigoroso y superior a voluntad del «usuario», cuando desde el planeta Tierra se detecte un sismo en Plutón y se transfiera su energía para convertirla en electricidad en un apartado villorrio de Afganistán, quisiera aún pensar que la psiquiatría -o la disciplina que la haya reemplazado-practique el credo de la armonía en la diversidad, diagnostique y cure la anomalía genético-bioquímica, pero restaure también la fe y la esperanza del ser doliente en sus semejantes, la convicción del buen vivir para un buen morir como transición a la inmanencia, la noción de que ser física o biológicamente inmortal no es ni económica, ni ética, ni estéticamente tan importante como haberse adentrado a plenitud en el alma ajena en una relación afectiva intensa y sincera. El desafío del futuro es el desafío de un dialogo auténtico, trascendente y de significados reales.

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2005-07-19   |   688 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 29 Núm.1. Marzo 2000 Pags. Rev Col Psiqui 2000; XXIX(1)