Lo raro y lo frecuente

Autor: Mañé Garzón Fernando

Fragmento

I ¿A usted no le paree raro que lo raro sea raro? Parecería difícil encontrar otra frase más cargada de subjetivismo que la pregunta que hemos formulado, y no deja sin embargo de ser muy concreta. Cuando a fines del siglo XIX el físico Henri Becquerel (1852-1908) presentó su primera contribución sobre la radiactividad en la Academia de Ciencias de París, sus venerables colegas lo felicitaron paternamente por haber hallado una propiedad tan rara del uranio. Por la descripción de este fenómeno le fue otorgado el premio Nobel de física en 1903. Ninguno de ellos se dio cuenta de que, bajo la apariencia de rareza, de insólito fenómeno particular; se estaba asistiendo al descubrimiento de una propiedad hasta entonces desconocida de la materia, que en pocos años revolucionaría la ciencia. Esta anécdota, llena de enseñanza, servirá de preámbulo a unas cortas líneas que desde hace años quiero escribir sobre el tema del epígrafe de este capítulo, referidas en especial a la variable incidencia de las enfermedades. Es muy frecuente, en la actividad profesional o científica, calificar un hecho que no entra en nuestros esquemas mentales con los adjetivos muchas veces tentadores de raro, trivial o sin importancia. De esta forma, no hacemos otra cosa que sustraerlo de nuestra atención, despreciando así el valor intrínseco de lo que se presenta ante nosotros, por lo que eludimos su análisis y por tanto su ulterior y completo reconocimiento y comprensión. Muchas personas clasifican un hecho que se les presenta muy sueltos de cuerpo, entre los que ya conocían y por consiguiente no merece atención, o de muy raro, por lo cual tampoco merece que se detengan en él. Entonces, ¿a qué hechos prestan atención estas personas? Muy probablemente a ninguno, pues esa actitud carece de espíritu inquisitivo y, como decía Hegel, los que así proceden están condenados a aprender siempre lo que ya sabían... Es indudable que hay fenómenos o cosas que se nos presentan frecuentemente y otros que, por el contrario, sólo ocurren en forma excepcional. Uno es, pues, un fenómeno o cosa frecuente y el otro un fenómeno o cosa rara. Pero ello no es dar razón de los fenómenos en sí, sino de su cantidad relativa, uno respecto del otro, y sólo así tiene valor la calificación, por frecuencia. Es pues un criterio cuantitativo de saber y no cualitativo. Es decir, tiene valor sólo de comparación, y para comparar es necesario primero establecer si dos fenómenos son comparables. Para ser comparables deben ser iguales en su esencia, en su especie, lo cual muchas veces no ocurre, no obstante sin darnos cuenta aceptamos esa igualdad. Primer error, pues, comparar cosas que pueden ser diferentes en su esencia o especie y calificarlas según esa comparación.

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2006-02-23   |   1,485 visitas   |   2 valoraciones

Vol. 76 Núm.4. Octubre-Diciembre 2005 Pags. 328-334 Arch Pediatr Urug 2005; 76(4)