El síndrome de inmunodeficiencia adquirida ha puesto en evidencia lo mejor y lo peor de la humanidad

Autor: Moreno Sánchez Francisco

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Desde 1983, cuando el Centro de Control de Infecciones (CDC, por sus siglas en inglés) en los Estados Unidos de América definió al síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), se desarrolló una incesante investigación que en el conocimiento de virología, dinámica viral, biología molecular, genética que con mucho sobrepasa los avances que se habían logrado en siglos de estudio de las infecciones virales. Si a esto agregamos el interés de la industria farmacéutica en el desarrollo de medicamentos cada vez más potentes que, si bien no han logrado curar la enfermedad, sí la han llevado a un estado de control con una calidad de vida muy superior a lo que podíamos imaginar hace tan sólo 10 años. Sin embargo la enfermedad también ha puesto en evidencia un mundo de contrastes; la discriminación inicialmente a grupos de riesgo, como homosexuales y adictos a drogas intravenosas, llevó a una severa segregación de grupos que habían permanecido en la oscuridad o que bien habíamos querido mantener en el encierro. La ignorancia ha jugado un papel clave para justificar a una sociedad que se preocupa más por cuestiones económicas que humanas. Es difícil entender cómo a más de veinte años del descubrimiento de esta nueva plaga, los gobiernos, las empresas, los compañeros y familiares se muestren tan renuentes a establecer programas que permitan que el paciente infectado con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) no se encuentre con los dilemas habituales que presentan día a día. Cómo pagar tratamientos tan costosos, si nadie es capaz de emplearme por mi estado. Cómo mantenerme estable emocionalmente cuando mi familia me rechaza. Cómo lograr controlar una enfermedad a la que gobiernos de todo el mundo no están dispuestos a otorgar el suficiente subsidio. Por lo anterior, considero de suma importancia el abordaje brillante que realiza el Dr. Joaquín Ocampo Martínez al tema de la bioética y no restringirnos a la cuestión científica.

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2006-03-06   |   372 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 50 Núm.3. Julio-Septiembre 2005 Pags. 98 An Med Asoc Med Hosp ABC 2005; 50(3)