Autor: Carballo Junco José Antonio
El escritor inglés Thomas Stearns Eliot decía que el hombre inventó el lenguaje porque sólo puede soportar la realidad en pequeñas dosis. Otro Premio Nobel de Literatura, el extinto hace diez años Octavio Paz, aseguraba que todo el Universo es un lenguaje, de manera que todo significa y a la vez significa nada. Y así es, el lenguaje es una forma de fraccionar la realidad, que como totalidad es inaprensible para la mente humana. Pero en el mundo relativo, donde lo real es lo inmediato y lo presente, cada palabra humaniza la experiencia y la sacia de comprensión; gracias a las palabras heredamos una cultura y forjamos una identidad, es decir, accedemos a descubrir y conocer nuestra forma de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos. El intelectual lingüista Noam Chomsky aseveró que postular un modelo de lenguaje implicaba postular un modelo de mente, de manera que el “pienso, luego existo” de Descartes podría parafrasearse con un “mi habla refleja lo que soy y entiendo” o “la dirección de mi pensamiento es la dirección de mi verbo”. El lenguaje contiene nuestra humanidad, lo que somos y lo que seremos y nos conecta con una sola realidad orgánica, donde todo está interconectado y vivo, aunque en este planeta no sólo importantes especies de flora y fauna están en peligro de extinción; también las culturas, y con ello cerca de tres mil idiomas, según Ethnologue, un catálogo sobre los idiomas del mundo. Calculan los estudiosos del idioma que en el mundo se hablan entre 2,500 y 3,500 lenguas, aunque algunos contabilizan unas 20,000. Como la lengua aglutina a una comunidad concreta y extendida de seres humanos, los lingüistas y demás expertos de ciencias a fines, podrían dividirse en dos grandes grupos: los que consideran la proliferación de lenguas como castigo y confusión (a partir del mito de la torre de Babel) y aquellos que atienden a la comprensión de éstas como fuerza creativa y como vehículo de entendimiento universal.
2007-06-11 | 1,586 visitas | 2 valoraciones
Vol. 3 Núm.32. Marzo 2007 Pags. 16-17 Odont Moder 2007; 3(32)