Influencia de la angiografía en el tratamiento de las lesiones vasculares encefálicas

Autor: Spagnuolo Dondero Edgardo

Fragmento

La radiología en general y fundamentalmente la neurorradiología han sido y siguen siendo principales aliados del neurocirujano. Los permanentes avances en las técnicas de diagnóstico desde fines del siglo XIX con las primeras radiografías simples, gracias a Roentgen en 1895, pasando por Schüler, quien fue el primero en darle valor a la radiografía de cráneo para las patologías intracraneanas, marcaron los comienzos de la “neurorradiología”. Posteriormente en 1918, Dandy describe la importancia de la inyección de aire para contrastar las radiografías simples de cráneo, apareciendo la ventriculografía. Rápidamente se suma a la anterior la neumoencefalografía. Estos avances en los diagnósticos neurorradiológicos fueron de gran valor para el neurocirujano. Pero sin duda el gran paso se dio en 1927 cuando Egaz Moniz realiza la primera angiografía cerebral. La angiografía cerebral, la ventriculografía y la neumoencefalografía fueron durante décadas los estudios paraclínicos fundamentales para el diagnóstico de patologías intracranealas y para guiar al neurocirujano en las intervenciones quirúrgicas. Fundamentalmente en las últimas décadas del siglo XX la angiografía cerebral tuvo avances significativos y continuados, tanto en la técnica, como en el perfeccionamiento de los angiógrafos, lo que se acompañó de radiólogos que se especializaron, dando lugar a la formación de neurorradiólogos, los que con su dedicación permitieron una mejor interpretación de los estudios e incluso comenzar con terapias endovasculares, tan difundidas en la actualidad. A los estudios anteriores hay que agregarle la aparición de la Tomografía Computada de Cráneo en la década del 70, gracias a los estudios de Godfrey Hounsfield y en la década del 80 el comienzo de la aplicación en medicina de la Resonancia Magnética.

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2007-10-09   |   1,406 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 9 Núm.3. Julio 2007 Pags. 79-85 Rev Neurocir 2007; 9(3)