Un testimonio de mi orgullo por la condición de Doctor Honoris Causa

Autor: Roca Goderich José Reinaldo

Fragmento

Como es de conocimiento de muchos de ustedes, hace poco hube de publicar un pequeño libro titulado Mi vida como médico. Por cierto, ese no es exactamente el nombre que le propuse a la casa editora, sino el de Algunas anécdotas de mi vida como médico, porque como es fácil de comprender, no se pueden describir en apenas 85 páginas, que son las que tiene el libro, todo lo acontecido a un médico durante 50 años de ejercicio; pero por razones técnicas fue preciso cambiarle el título. El motivo por el cual decidí escribir estas anécdotas lo expongo en el propio libro: alguien de mi confianza se me acercó un día y me propuso la idea de escribir mis memorias, y sorprendido ante tal proposición le dije que yo no era nadie para andar escribiendo memorias, que yo simplemente había trabajado como muchos otros lo han hecho y hacen todavía, igual o mejor que yo y que simplemente por ser el más viejo me habían notado más; pero que además, esto de escribir memorias corresponde a gente con un verdadero y sobresaliente AVAL de trabajo, por encima de lo habitual en un trabajador, en este caso un profesional, y ese no me parecía que era yo. Como es sabido, el hombre me convenció de hacerlo con un sencillo razonamiento: “Roca, me dijo, cuéntale a la gente cómo era todo lo relacionado con el trabajo médico antes del triunfo de la Revolución, pues me parece que es bueno refrescar algunas cosas a algunos y enseñarles otras a muchos, sobre todo viniendo de quien como tú, las vivió; o sea, que fui convencido con un razonamiento lógico para escribir sobre mi persona, que de una manera u otra obliga un tanto a uno a contar más lo bueno que lo malo y hasta a alabarse un poco. Y aquí vino de nuevo el embate por mi supuesto mérito, esta vez en forma de algo muchísimo más serio que referir anécdotas de la vida de uno. Hace unos días, el Rector me comunicó que se había decidido otorgarme la categoría de Doctor Honoris Causa y eso sí eran ya palabras mayores; recuerdo que le contesté sin pensarlo mucho: “No creo que lo merezca, pero lo acepto”. Me sentí un poco confundido, pues esta información me llegó en público, delante de todos los compañeros que acabábamos de tener una reunión, pero les confieso que para mis adentros pensé un poco más que enorgullecido: ¡“Vamos, hombre, déjate de falsas modestias y acepta las cosas como son, pues a lo mejor tienes más méritos que los que tú mismo crees”!. Y de ahí en adelante, hasta el mismo momento cuando me senté a escribir estas líneas, no he cesado de pensar y meditar en todo lo que esto significa y me obliga y cuánto o no merezco tan alto honor.

Palabras clave:

2008-07-22   |   824 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 11 Núm.4. Octubre-Diciembre 2007 Pags. Medisan 2007; 11(4)