Autor: Carballo Junco José Antonio
Un principio saludable para lograr una buena comunicación en la relación odontólogo-paciente, es que éste pueda elegir a su tratante y cambiar cuando no le satisfaga su actuación profesional. El asunto no es tan sencillo como parecería ser, particularmente en las instituciones oficiales de salud, en las que la organización de los servicios no facilita el que el paciente ejerza este principio elemental. Además, las mismas imperfecciones del mercado de la salud hacen que los criterios para seleccionar al odontólogo no siempre sean los más favorables a la propia salud, pues la elección se puede centrar en la promoción que cada uno de ellos hace de sus supuestas cualidades, los mecanismos de mercadotecnia externa e interna que maneje, su capacidad personal de convencimiento y seducción, su prestancia o su permisibilidad, de tal modo que no aparente imponer o imponga sacrificios a los pacientes aun cuando éstos sean indispensables para su manejo, por lo que un individuo puede optar por alguien que no prohiba fumar, que no intente incidir en otros malos hábitos y aliente prácticas cómodas pero inconvenientes para la salud. Si bien es cierto que es el propio odontólogo quien tiene que hacer los mayores esfuerzos para lograr una relación apropiada con sus pacientes, se ha tendido a dejar de lado sus necesidades como persona, y sólo hasta muy recientemente se ha empezado a hablar de sus derechos, tema que ha sido tabú durante mucho tiempo. Él vive, en mayor o menor medida los sufrimientos del paciente cuando éste acude al consultorio en una cita de urgencia, experimenta su angustia al igual que sus familiares y hoy día puede agregar a lo anterior las ansiedades de conflictos laborales con su personal auxiliar o el riesgo de una posible demanda o litigio de carácter civil, mercantil o penal.
2009-04-06 | 3,562 visitas | 22 valoraciones
Vol. 5 Núm.50. Septiembre 2008 Pags. 7 Odont Moder 2008; 5(50)