Autor: Hernández Pérez Enrique
Es común que los cirujanos hablemos de nuestros casos estelares; aquéllos cuyos resultados fueron extraordinarios… al menos para nosotros. Es menos frecuente que comentemos —por supuesto en voz baja— sobre los pacientes que se nos complicaron, cuando los resultados fueron menos que satisfactorios, para decirlo eufemísticamente. Sin embargo, es muchísimo menos habitual referirnos a los casos que por una u otra razón no llegamos a operar, aunque ya todo estuviese preparado. Cuando algo que queríamos hacer no se pudo llevar a cabo, la sabiduría popular lo dulcifica diciendo: “no convenía”. Eso ocurre con alguna frecuencia en casos que supuestamente se estaban programando para cirugía. En muchas oportunidades los pacientes que ya estaban listos, con los exámenes preoperatorios cumplidos y sobre todo cuando ya habían tomado su decisión, repentinamente ocurrió algo fuera de nuestro control que impidió la práctica del procedimiento. A veces son pequeñeces, como un viaje imprevisto o una indisposición menor. Pero, ¿nos hemos puesto a pensar que esa obstrucción al programa previsto nos salvó de una complicación importante, tal vez seria y quizás hasta fatal, que pudo poner en riesgo a nuestro paciente y ensombrecer nuestra reputación?
2009-11-30 | 1,043 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 7 Núm.3. Julio-Septiembre 2009 Pags. 206-208 Dermatología CMQ 2009; 7(3)