La medicina:

conocimiento y significado 

Autor: Viesca Treviño Carlos

Fragmento

La medicina es la más humana de las ciencias y la más científica de las artes. Este aforismo señala el carácter dual de nuestra profesión y expresa plenamente el pensamiento del doctor Ignacio Chávez, en cuyo recuerdo se ha denominado esta conferencia que hoy tengo el gran honor de exponer. En esta frase se conjuntan un saber, que es también saber hacer, y una necesidad. Su saber podría ser científico y, de hecho se ha tratado siempre de que lo sea, buscando que el conocimiento en que fundamenta sus teorías y explicaciones sea el más confiable de acuerdo con los diferentes moldes de veracidad que ha utilizado la humanidad en su devenir histórico. Su saber hacer pretende ser el de una ciencia aplicada, al buscarse que cada tratamiento, cada maniobra terapéutica, sea justificada por un conocimiento que la avale. Pero la presencia de una necesidad, de un sufrimiento, sea individual o colectivo, que pide ser atendido y, de ser posible, mitigado o, mejor aún, aliviado o curado, le confieren una dimensión humana, un sello que le es propio. “Disciplinas sin cuento, infinitos conocimientos integran el arte médica...” afirmaba Erasmo de Rotterdam apenas iniciado el siglo XVI, refiriéndose al saber acumulado desde la antigüedad grecorromana. Ahora bien, Erasmo y los médicos contemporáneos suyos, como lo habían hecho Hipócrates y Galeno muchos siglos atrás, consideraban a la medicina como un arte, ars medica, palabra latina que correspondía a la techné iatriké griega y no como una scientia, término al que la escolástica medieval había dado el significado de conocimiento cuya certeza última procedía de una filiación divina. Ars era para ellos un saber humano que se acompañaba de una capacidad de acción y que llenaba los requisitos de observación, racionalidad y corroboración de lo pensado, exigidos al conocimiento médico; derivaba de una particular concepción de la naturaleza que la veía como inteligente, previsora y ordenadora de sus procesos. El médico, inteligente, racional, y, por supuesto, parte de esa misma naturaleza, sabría leer sus signos adecuadamente. La prueba fehaciente de ello eran la efectividad de un tratamiento o el cumplimiento de un pronóstico, pues el saber sobrepasaba la posibilidad de hacer.

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2009-12-02   |   937 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 145 Núm.2. Marzo-Abril 2009 Pags. 167-169 Gac Méd Méx 2009; 145(2)