“…subí hasta las ruinas de Machu Picchu a caballo. Por entonces no había carretera. Desde lo lato vi las antiguas construcciones de piedra rodeadas por las altísimas cumbres de los Andes verdes. La ciudadela, carcomida y roída por el paso de los siglos despeñaba torrentes. Masas de neblina blanca se levantaban desde el rio Wilcamayo. Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra, obligo de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente, al que de algún modo yo pertenecía…” Al visitar el sitio arqueológico, Pablo Neruda se inspiró para escribir su poema Alturas de Machu Picchu, recordado en la edición póstuma de Confieso que he vivido de 1974. Si la menor duda, el modo más impresionante para conocer la “Ciudad perdida de los incas”, es hacerlo del mismo modo que los incas: a pie, por el hermoso camino de piedras, escaleras y túneles que atraviesa las alturas donde parece más cerca el cielo que el fondo del cañón del Urubamba. Este camino real de 43 kg conocido como “El camino del inca”, está interrumpido por una serie de impresionantes ciudadelas incaicas que dominan el paisaje. Cuando asciende a las crestas revela vistas de cumbres nevadas, cuando desciende a la ceja de selva, más bien parece un túnel de verdor por la abundancia de la flora tropical. Y cuando se trepa la última escalera de piedras a Inti Punki, ante los ojos aparece en todo su esplendor la obra maestra del Imperio inca: Machu Picchu.
2010-11-03 | 1,142 visitas | 4 valoraciones
Vol. 4 Núm.47. Junio 2008 Pags. Odont Moder 2008; 4(47)