Civismo con paz una urgente necesidad

Autor: Carballo Junco José Antonio

Fragmento

El civismo es una virtud privada, de gran utilidad pública. Parte de la ilusión de crear una sociedad que sea digna de los seres humanos buenos. Pese a ser una invocación de los derechos y deberes, es una virtud que da nacimiento a todas las demás, aunque lamentablemente se vea reducida hoy día, a un discurso de las obligaciones, olvidando su fondo de solidaridad colectiva, orden público, moral y social. Parecería ser que en nuestro México del 2011 el culto de los deberes ha perdido su credibilidad social y el civismo parece ser un voto fallido pero piadoso de reconciliación entre lo universal y lo particular, pues en apariencia hemos olvidado que la obligación mayor de una sociedad civilizada lleva a la preservación de la paz. No hay vida sin paz, por lo que también no hay justicia ni libertad sin ella. Sea llamado civismo, civilidad, urbanidad, ciudadanía, este conocimiento trata de comportamientos cotidianos de negociación con uno mismo y con una sociedad compleja y dividida acerca de sus valores. Los griegos decían que el ciudadano constituye la unidad del sujeto, que debe ser forzosamente libre para participar en la elaboración de la ley, pues se le requerirá volver a acudir a su libre albedrío para someterse por convencimiento a ella. Para garantizar la existencia de una nación ciudadana, es necesario respetar dos exigencias. La primera es que los individuos admitan que existe un campo público unificado, independiente de las relaciones y las solidaridades religiosas, clánicas y familiares, mientras que la segunda obliga al compromiso de respetar las reglas de su funcionamiento. El civismo compromete lo colectivo, ese lugar de mediación, de intercambio entre lo privado y lo público, en medio de la ambición por el poder y las formas concretas del ejercicio de la ciudadanía. No es una abstracción idealista, es el ejercicio real de prácticas cívicas que se manifiestan en el espacio público del “querer vivir juntos”, “querer trabajar juntos”; controlando enfrentamientos al establecer eficaces compromisos y pactos en un estado de paz. La palabra pax viene de pangere; fijar, plantar, establecer compromisos sólidos y concluir pactos. Si bien la primera determinación de la paz debe ser su duración bajo la exigencia de estabilidad, debe comprenderse que no es un estado natural del hombre, o mucho menos un momento de descanso entre guerras; debe ser un estado de derecho moralmente fundado. La paz es algo vivo, despierto, que promueve la convivencia siempre en frágil equilibrio con el odio que acompaña a la guerra, el cual, a veces, ocupa el lugar del pensamiento, empequeñeciéndolo. La venganza produce una justicia aparente, que es la equivalencia distributiva del talión. Pero, aún en el talión, un diente no vale un ojo. La venganza desata procesos que con dificultad se saben detener. El ofendido obtiene razón de la injuria antaño recibida, luego inflinge al ofensor un daño igual y de naturaleza equivalente o, a menudo, superior para hacer de éste un hombre ofendido que exige a su vez el equilibrio. La venganza y su aparente justicia crean el eterno retorno e ignoran la extensión de su duración temporal, hasta que interviene el olvido, que jamás compensa a la memoria exacta.

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2011-02-22   |   4,889 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 8 Núm.79. Febrero 2011 Pags. 20-21 Odont Moder 2011; 8(79)