La difícil tarea de tratar el asma

Autor: Vidaurreta Santiago

Fragmento

El asma continúa siendo un dilema sin resolver, tanto a nivel local como mundial. A pesar de los avances científico-tecnológicos, todavía conocemos muy poco sobre la enfermedad, su historia natural, relación entre los desencadenantes y la magnitud de la respuesta, y, en muchos casos, los motivos por los cuales los pacientes reaccionan de forma distinta al mismo tratamiento. De hecho, cada vez se describen más fenotipos diferentes, de acuerdo a la edad de comienzo, la época del año en que presentan exacerbaciones, la respuesta a fármacos β2 agonistas, asociación con comorbilidades, niveles de IgE, eosinofilia o neutrofilia, etc. Lötval y cols., ya proponen hablar de “endotipos de asma”, calificándolos como “subtipos de una condición definida por distintos mecanismos fisiopatológicos”. Recientemente, expertos de la OMS definieron el asma grave como “asma no controlado que puede implicar riesgo de frecuentes y graves exacerbaciones, incluso con riesgo fatal, o reacciones adversas a la medicación utilizada con morbilidad crónica que incluye afectación de la función pulmonar o reducción del desarrollo pulmonar”. A su vez, dentro de esta definición describen tres posibilidades diferentes: asma grave por tratamiento inadecuado, sea por fallas en su diagnóstico e indicación de tratamiento médico o porque no es posible el acceso a la medicación necesaria por parte del paciente o su familia; asma grave difícil de tratar, que aparentemente no responde al tratamiento, pero que cuando el manejo se optimiza, detectando y controlando comorbilidades, se obtiene el con trol adecuado de la enfermedad; y asma grave resistente al tratamiento, que solo puede controlarse con el máximo grado de terapia para el asma con un riesgo inaceptable de efectos adversos. Esta última es también denominada “asma refractaria al tratamiento” o “asma corticorresistente”.

Palabras clave:

2013-03-13   |   563 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 110 Núm.5. Septiembre-Octubre 2012 Pags. 373-374 Arch Argent Pediatr 2012; 110(5)