El laberinto del dolor y la necesidad de impulsar la investigación básica

Autores: Navarro Vargas José Ricardo, Caminos Pinzón Jorge Eduardo

Fragmento

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) define el dolor como «una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada al daño tisular real o potencial o descrito en términos de tal daño». A nivel mundial, el dolor crónico es considerado como una enfermedad y se considera un problema de salud pública. El dolor es la causa más frecuente de consulta médica, en especial en población adulta mayor, con grandes repercusiones sobre la calidad de vida de las personas que lo padecen. Según el aforismo hipocrático, no siempre la medicina cura pero sí debe procurar aliviar, ¿qué?, el dolor. La Organización Mundial de la Salud considera que para el año 2030 las muertes por cáncer (la segunda causa de muerte en el mundo) se van a duplicar; cada año hay 5.5 millones de personas que sufren cáncer terminal con un inadecuado manejo del dolor. En este nuevo siglo, el Congreso de los Estados Unidos de América declaró que era un propósito nacional considerar la primera década como «los 10 años de la investigación y el control del dolor». Medir el dolor como un signo vital (el quinto signo vital) y establecer un protocolo de manejo ha sido la consigna actual en el mundo. Sin embargo, ¿los mecanismos que producen el dolor agudo son similares a los del dolor crónico?, ¿está completamente resuelta la etiopatogenia del dolor?, ¿la genética, el entorno, la cultura, la personalidad, la misma plasticidad del sistema nervioso son factores que influyen en la intensidad y progresión del dolor? Desafortunadamente, estos y muchos otros interrogantes no están dilucidados y se espera descifrar estos acertijos científicos, mediante el estudio celular y genético y la biología molecular, realizada en modelos animales (ratones), pese a la intrigante y malintencionada controversia actual de prohibir el estudio en animales. Al respecto, legislaciones como las de La Unión Europea son claras en objetar los experimentos en primates, con excepciones muy bien definidas como estudios de prevención, diagnóstico o tratamiento de enfermedades que amenazan la vida y que de otra forma no se pueden realizar en seres humanos.

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2013-05-27   |   415 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 41 Núm.1. Enero-Marzo 2013 Pags. 1-3 Rev col anest 2013; 41(1)